lunes, 13 de septiembre de 2010

La caverna. José Saramago

"Afortunadamente existen los libros. Podemos tenerlos olvidados en una estantería o en un baúl, dejarlos entregados al polvo o a las polillas, abandonarlos en la oscuridad de los sótanos, podemos no pasarles la vista por encima ni tocarlos durante años y años, pero a ellos no les importa, esperan tranquilamente, cerrados sobre sí mismos para que nada de lo que tienen dentro se pierda, el momento que siempre llega, ese día en el que nos preguntamos, Dónde estará aquel libro que enseñaba a cocer los barros, y el libro, finalmente convocado, aparece,..."

viernes, 3 de septiembre de 2010

Conversación en La Catedral. Mario Vargas Llosa

"DESDE la puerta de «La Crónica» Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. Él era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál?"

martes, 31 de agosto de 2010

El Garden Party y otros cuentos. Katherine Mansfield

"A mí continúa pareciéndome igualmente imbécil e infernal tener que volver a la oficina el lunes -explicó-. Siempre me lo ha parecido y no creo que jamás llegue a cambiar de opinión. ¡Echar a perder los mejores años de nuestra vida sentados en un taburete desde las nueve hasta las cinco haciendo cuentas en los libros de caja de cualquier empresa! Me parece un modo sorprendente de pasar la..., la vida, la única que tenemos, ¿no crees? ¿O te parece que estoy soñando?"

Los ojos amarillos de los cocodrilos. Katherine Pancol

"Joséphine dejó escapar un grito y soltó el pelador. La hoja había resbalado sobre la patata produciéndole un gran corte en la piel, en el nacimiento del puño. Sangre, había sangre por todos lados. Se miró las venas azules, la incisión roja, el fregadero blanco, el barreño de plástico amarillo en el que permanecían, blancas y relucientes, las patatas peladas. Las gotas de sangre caían de una en una, salpicando el revestimiento blanco. Apoyó las manos en el borde de la pila y se echó a llorar."

El día del juicio. Salvatore Satta

"Aquel año el verano comenzó en el mes de mayo. Se anunció con ráfagas de viento hirviente, un viento que el África soplaba por encima de todo el Tirreno y no encontraba obstáculos de colinas o de montes. Desde el tiempo de las langostas no se había visto nada parecido. Corría sobre las tanche floridas, sobre los prados donde ya asomaba el trigo, y a su paso todo parecía retorcerse y chamuscarse, como cuando en agosto estallaban los incendios en los bosques. En el pueblo desolado caía una espesa lluvia de arena, que recluía a los hombres en las casas cerradas a cal y canto. Del campo llegaban siniestros gañidos de animales extraviados. Sólo al atardecer, cuando caía el sol, aparecía alguna sombra en el café y en la farmacia: don Sebastiano, don Serafino con el pañuelo entre el cuello y la camisa, Bartolino y los demás con la camisa desabrochada, todos ellos resignados a su destino. Bustianu Pirari decía que eran aquellas rameras partidas a Tunisi a parir el bastardo."

jueves, 5 de agosto de 2010

El primer día. Marc Levy

"Hay días iluminados por pequeñas cosas, por nimiedades que te hacen increíblemente feliz: una sobremesa con risas, un juguete de la infancia que aparece en la estantería de un anticuario, una mano que aprieta la tuya, una llamada que no esperabas, unas palabras dulces, tu hijo que te abraza sin pedir otra cosa que un momento de amor... Hay días iluminados por pequeños momentos de gracia, un aroma que te alegra al alma, un rayo de sol que entra por la ventana, el ruido de un chaparrón cuando estás todavía en la cama, las aceras nevadas o la llegada de la primavera y sus primeros brotes."

sábado, 31 de julio de 2010

El corazón de las tinieblas. Joseph Conrad

"El cauce se abría ante nosotros y se cerraba a nuestro paso, como si la selva se hubiera apoderado del río lentamente para cortarnos la retirada. Penetrábamos poco a poco hacia el corazón de las tinieblas. Todo estaba en calma. Por las noches oíamos a veces el retumbar de los tambores, que atravesaba la cortina de árboles, ascendía por el río y permanecía suspendido en el aire, sobre nuestras cabezas, hasta el primer albor del día. No sabíamos si significaba la guerra, la paz o una plegaria. Más tarde, el descenso de una fría calma anunciaba la llegada del amanecer; los leñadores dormían, aunque sus hogueras seguían ardiendo, con el fuego ya bajo; el crujido de la leña al partirse bastaba para sobresaltarnos. Éramos vagabundos en una tierra prehistórica, en una tierra que tenía el aspecto de un planeta desconocido. Podríamos habernos engañado pensando que éramos los primeros en tomar posesión de una herencia maldita, que sólo nos sería entregada al precio de una profunda angustia y un esfuerzo excesivo. Pero, súbitamente, mientras surcábamos un recodo, vislumbrábamos una cerca de juncos, los tejados puntiagudos de unas chozas, el estallido de unos gritos, un torbellino de cuerpos de piel negra, una masa de manos dando palmas, de pies saltando, de caderas que se balanceaban, de ojos que nos seguían a través del follaje, tupido e inmóvil. El vapor se deslizaba lentamente bordeando un negro e incomprensible frenesí."

jueves, 29 de julio de 2010

El hombre que fue Jueves. Gilbert Keith Chesterton

"La verdad es que valía la pena oír hablar a Mr. Lucian Gregory -el poeta de los cabellos rojos- aun cuando sólo fuera para reírse de él. Disertaba el hombre sobre la patraña de la anarquía del arte y el arte de la anarquía, con tan impúdica jovialidad que -no siendo para mucho tiempo- tenía su encanto. Ayudábale, en cierto modo, la extravagancia de su aspecto, del que él sacaba el mayor partido para subrayar sus palabras con el ademán y el gesto. Sus cabellos rojo oscuro -la raya en medio- eran como de mujer, y se rizaban suavemente cual en una virgen prerrafaelista. Pero en aquel óvalo casi santo del rostro su fisonomía era tosca y brutal, y la barba se adelantaba en un gesto desdeñoso de cockney, de plebe londinense; combinación atractiva y temerosa a la vez para un auditorio neurasténico: preciosa blasfemia en dos pies, donde parecían fundirse el ángel y el mono."

Corrección. Thomas Bernhard

"Después de una neumonía al principio ligera, pero luego, por dejadez y descuido, súbitamente convertida en grave, que me había afectado a todo el cuerpo y me había tenido nada menos que tres meses en el hospital de Wels, situado junto a mi lugar natal y famoso en el campo de las llamadas enfermedades internas, me había dirigido, no a finales de octubre, como me habían aconsejado los médicos, sino ya a principios de octubre, como quería sin falta y bajo mi llamada propia responsabilidad, aceptando una invitación del llamado taxidermista Höller del valle del Aurach, inmediatamente al valle del Aurach y a casa de los Höller, sin dar un rodeo por Stocket para ver a mis padres, inmediatamente a la llamada buhardilla de los Höller, para examinar, y quizá también ordenar enseguida, el legado recibido después del suicidio de mi amigo Roithamer, que había sido amigo también del taxidermista Höller, por una llamada disposición de última voluntad, un legado compuesto de miles de hojas escritas por Roithamer, pero también por el voluminoso manuscrito titulado De Altensam y todo lo relacionado con Altensam, con consideración especial del cono."

viernes, 9 de julio de 2010

Las intermitencias de la muerte. José Saramago

"Finalmente, last but not least, la iglesia católica, apostólica y romana tenía muchos motivos para estar satisfecha consigo misma. Convencida desde el principio de que la abolición de la muerte sólo podría haber sido obra del diablo y de que para ayudar a dios contra las obras del demonio nada es más poderoso que la perseverancia en las preces, puso de lado la virtud de la modestia que con no pequeño esfuerzo y sacrificio ordinariamente cultivaba, para felicitarse, sin reservas, por el éxito de la campaña nacional de oraciones cuyo objetivo, recordémoslo, fue rogar al señor dios que providenciase el regreso de la muerte lo más rápidamente posible para ahorrarle a la pobre humanidad los peores horrores, fin de la cita. Las preces tardaron casi ocho meses en llegar al cielo, pero hay que pensar que sólo para llegar al planeta marte necesitamos seis, y el cielo, como es fácil de imaginar, deberá estar mucho más allá, a trece mil millones de años luz de distancia de la tierra, en números redondos. En la legítima satisfacción de la iglesia había, sin embargo, una sombra negra. Discutían los teólogos, y no se ponían de acuerdo, acerca de las razones que indujeron a dios a mandar regresar súbitamente a la muerte, sin ni siquiera dar tiempo de llevar la extremaunción a los sesenta mil moribundos que, privados de la gracia del último sacramento, habían expirado en menos que cuesta decirlo. La duda de que dios tendría autoridad sobre la muerte o, por el contrario, la muerte sería el superior jerárquico de dios, torturaba en sordina las mentes y los corazones del santo instituto, donde aquella osada afirmación de que dios y la muerte eran las dos caras de la misma moneda fue considerada, más que una herejía, abominable sacrilegio. Esto era lo que se vivía por dentro. A los ojos del mundo lo que le preocupaba realmente a la iglesia era su participación en el funeral de la reina madre. Ahora que los sesenta y dos mil muertos comunes ya descansaban en sus últimas moradas y no entorpecían el tráfico de la ciudad, llegaba la hora de llevar a la veneranda señora, convenientemente encerrada en su ataúd de plomo, al panteón real. Como los periódicos no se olvidaron de escribir, se pasaba una página de la historia."

martes, 6 de julio de 2010

Tristano muere. Antonio Tabucchi

"El problema consiste en los mármoles del Partenón... es eso lo que Tristano quisiera que tú pidieras, los mármoles que un lord inglés que estaba de embajador en Turquía cuando los otomanos sojuzgaban Grecia hizo desollar del Partenón para llevárselos a Gran Bretaña, como alguien que se encontrase en una carretera desierta a una señora desmayada y le arrancara el collar para llevárselo a su mujer... Eso precisamente, desollado, ésa es la palabra, escritor, los peones de aquel bandido le dieron al pico y a la maza... hace muchos años leí la descripción detallada de uno que asistió al estupro, pero prefiero ahorrártela... Verás, no es que se cogieran un cuadro, que está bien en cualquier pared, robaron un paisaje... los defensores del robo sostienen ciertas teorías... qué sé yo, que los frisos en el British Museum están magníficamente iluminados... como si el sol de Grecia fuera menos luminoso que las luces de neón inglesas... o bien que cuando el lord se los llevó, no eran ya los frisos del templo originario, dado que los otomanos lo habían transformado en una mezquita... bonito razonamiento, pero los otomanos sólo habían cambiado su contenido, que es cosa nimia, qué cuesta sustituir a un dios por otro, no habían cambiado en absoluto el continente... qué simpáticos, ya me gustaría verlos, a estos brillantes teóricos, si se encontraran los pináculos de su abadía de Westminster en el museo de Atenas... El lord en cuestión se llamaba Elgin, Lord Elgin, escríbelo, no sea que los ingleses vayan a confundirlo con cualquier otro lord, con todos los lores que hay en Inglaterra..."

viernes, 2 de julio de 2010

El loro de Flaubert. Julian Barnes

"Esta estatua no es el original. Los alemanes se llevaron al primer Flaubert en 1941, junto con las verjas y las aldabas. Es posible que la transformaran en insignias para sombreros. Durante un decenio, aproximadamente, el pedestal quedó vacío. Luego, un alcalde de Rouen que era un entusiasta de las estatuas consiguió encontrar el molde, obra de un ruso que se llamaba Leopold Bernstamm, y el ayuntamiento aprobó la realización de un nuevo vaciado. Rouen adquirió para sí misma una estatua como debe ser, de metal, con un noventa y tres por ciento de cobre y un siete por ciento de estaño: los fundidores, la empresa Rudier de Chatillon-sous-Bagneux, afirman que esta aleación está garantizada contra la corrosión. Otras dos ciudades, Trouville y Barentin, participaron económicamente en el proyecto y recibieron sendas estatuas de piedra. Que no han resistido tan bien la intemperie. El muslo derecho de Flaubert ha tenido que ser remendado en Trouville, y se le han caído fragmentos del mostacho: los alambres estructurales asoman como ramitas del pedazo de cemento armado que hay en su labio superior."

jueves, 24 de junio de 2010

Quien parpadea teme a la muerte. Knud Romer

"De hecho, la isla de Falster se encontraba por debajo del nivel del mar y solo existía en la conciencia de la gente porque esta se negaba a creer otra cosa. Pero cuando ya no conseguían mantenerse erguidos por más tiempo y se iban a dormir, el agua subía lentamente, anegando diques y campos y bosques y pueblos, llevándose la tierra de vuelta al mar Báltico. Yo me quedaba despierto viendo cómo llegaba, y miraba por la ventana hacia el agua negra que llenaba el jardín. Los peces nadaban entre las casas y los árboles y, a lo lejos, Nykobing atravesaba la noche como un crucero. El cielo estaba cubierto de estrellas de mar y yo hablaba hasta dormirme. Con la luz de la mañana llegaba la bajamar, y el agua descendía y se retiraba. Mientras, la gente despertaba en sus camas y se levantaba y todos pasaban, un día más, tratando de convencerse los unos a los otros de que realmente existían, y de que Falster existía, y de que todo aparecía en el mapa. La ciudad olía a mar y a pescado, había algas y medusas varadas en las calles. Y yo, de vez en cuando, encontraba alguna concha o algún fósil de erizo de mar y los guardaba en el cajón junto con todas las demás pruebas de que, efectivamente, la Atlántida existía."

La noche de los tiempos. Antonio Muñoz Molina

"... Claro que prefería que ganara la República, le dijo: pero no estaba seguro de la clase de República que habría en España al final de la guerra, y menos aún de si a él le sería permitido regresar a ella, o si lo desearía. Todo lo destruido con tanta saña debería ser levantado de nuevo; plantados los árboles arrancados de cuajo por las bombas o talados para hacer leña; restablecidas las tuberías reventadas, los rieles de ferrocarril retorcidos en el aire sobre las montañas de adoquines; reconstruidos los puentes dinamitados por ejércitos que se retiraban; alzados de nuevo los postes y cables de teléfonos que había costado tanto tender. Pero quién iba a resucitar a los muertos o a devolver los brazos o las piernas a los mutilados, a pintar los cuadros o imprimir los libros únicos quemados en las hogueras, a mitigar el luto o el odio, a reconstruir las bibliotecas y las iglesias y los laboratorios y las casas de vecindad que costó tanto levantar y que fueron arrasadas en el curso de una tarde, de una sola noche. Y cómo iban a gobernar España los mismos insensatos, los mismos criminales, los mismos alucinados que la habían arrastrado al desastre, cada uno con su grado de irresponsabilidad y sinrazón, todos, salvo unos cuantos, inmunes al remordimiento y a la amarga cordura del que ha escarmentado..."

2666. Roberto Bolaño

"El cuarto libro de Archimboldi no tardó en llegar a la editorial. Se llamaba Ríos de Europa, aunque en él básicamente se hablaba de un solo río, el Dniéper. Digamos que el Dniéper era el protagonista del libro y los demás ríos nombrados formaban parte del coro. El señor Bubis lo leyó de un tirón, en su oficina, y las risas que le provocó la lectura se oyeron por toda la editorial. Esta vez el anticipo que le envió a Archimboldi fue mayor que todos los anticipos anteriores, a tal grado que Martha, la secretaria, antes de cursar el cheque a Colonia, entró en la oficina del señor Bubis y mostrándole el cheque le preguntó (no una sino dos veces) si era la cifra correcta, a lo que el señor Bubis respondió que sí, que era la cifra correcta, o incorrecta, qué más daba, una cifra, pensó cuando volvió a quedarse solo, siempre es aproximativa, no existe la cifra correcta, sólo los nazis creían en la cifra correcta y los profesores de matemática elemental, sólo los sectarios, los locos de las pirámides, los recaudadores de impuestos (Dios acabe con ellos), los numerólogos que leían el destino por cuatro perras creían en la cifra correcta. Los científicos, por el contrario, sabían que toda cifra es sólo aproximativa. Los grandes físicos, los grandes matemáticos, los grandes químicos y los editores sabían que uno siempre transita por la oscuridad. "

domingo, 9 de mayo de 2010

Tristana. Benito Pérez Galdós.

"El punto de honor era, pues, para Garrido, la cifra y compendio de toda la ciencia del vivir, y ésta se completaba con diferentes negaciones. Si su desinterés podía considerarse como virtud, no lo era ciertamente su desprecio del Estado y de la Justicia, como organismos humanos. La curia le repugnaba; los ínfimos empleados del Fisco, interpuestos entre las instituciones y el contribuyente con la mano extendida, teníalos por chusma digna de remar en galeras. Deploraba que en nuestra edad, de más papel que hierro y de tantas fórmulas hueras, no llevasen los caballeros espada para dar cuenta de tanto gandul impertinente. La sociedad, a su parecer, había creado diversos mecanismos con el solo objeto de mantener holgazanes y de perseguir y desvalijar a la gente hidalga y bien nacida."

miércoles, 5 de mayo de 2010

El animal piadoso. Luis Mateo Díez

"Del balcón izquierdo superior, del que correspondía al tercer piso, la mirada de Mol pasó a la ventana aledaña.
El marco contenía el ojo más vacío: unos cristales sucios que podían perfectamente adivinarse tras la persiana rota y caída hacia un lado.
La ventana correspondía a la alcoba matrimonial. El cuerpo de Beda Covado apareció tendido en la cama, entre las sábanas sangrientas, con la cabeza inclinada sobre el hombro izquierdo, como si el peso y el susto de la muerte no le hubiesen permitido otro gesto que el de ese leve vencimiento.
Su esposo Melandro estaba en una de las habitaciones traseras, también en la cama, tendido a través de ella, los ojos abiertos y atónitos en lo que la muerte pudiera depositar de sorpresa en el sueño, un horror sobre el que Abacio de Lama, el Forense, comentó que podía provenir precisamente de él, del propio sueño asesinado, ya que no era la primera vez que examinaba el cadáver de alguien a quien hubieran matado dormido."

viernes, 30 de abril de 2010

La madre. Máximo Gorki

"La madre, con una sonrisa ardiente en los labios, iba detrás de Masin, y por encima de su cabeza veía a su hijo y a la bandera.
A su alrededor aparecían y desaparecían alegres rostros, ojos de diferentes colores; delante de todos iban su hijo y Andréi. Oía sus voces; la de Andréi, velada y suave, se fundía en un solo sonido con la del hijo, pastosa y recia

¡Levántate, arriba, pueblo trabajador!
¡En pie, a la lucha, la gente sin pan!


Y la gente corría al encuentro de la enseña roja, gritaba, se fundía con la multitud, marchaba con ella de vuelta, y los gritos se apagaban entre los sonidos de la canción; aquella canción que cantaban en casa en voz más baja que otras, fluía en la calle sin trémolos, recta, con una fuerza terrible. En ella resonaba un valor férreo, llamaba a los hombres a seguir una larga senda hacia el futuro, advirtiéndoles lealmente de las penalidades del camino.
En su llama, grande y serena, se fundía la negra escoria de lo sobrevivido, la pesada bola de los sentimientos habituales, y se quemaba, convirtiéndose en cenizas, el maldito temor a lo nuevo... "

¿Cómo nacen los objetos? Apuntes para una metodología proyectual. Bruno Munari

"El lujo

El lujo es la manifestación de la riqueza incivil que quiere impresionar a quien se ha quedado pobre. Es la manifestación de la importancia que se le da a todo lo exterior y revela la falta de interés por todo lo que es elevación cultural. Es el triunfo de la apariencia sobre la sustancia.

El lujo es una necesidad para mucha gente que quiere tener una sensación de dominio sobre los demás. Pero los demás si son personas civiles saben que el lujo es ficción, si son ignorantes admirarán y tal vez hasta envidien a quien vive en el lujo. Pero ¿a quién le interesa la admiración de los ignorantes? Quizás a los estúpidos.
De hecho el lujo es una manifestación de estupidez.
Por ejemplo: ¿para qué sirven los grifos de oro? Si por esos grifos de oro sale un agua contaminada ¿no sería más inteligente, por el mismo precio, instalar un depurador de agua y tener unos grifos normales?
El lujo es pues la utilización impropia de materiales costosos sin mejorar sus funciones. Por tanto, es una estupidez. "

Petirrojo. Jo Nesbo

"Los destellos iluminaron el cielo de la noche, tan gris que parecía una lona sucia tensada sobre el paisaje desolado que los rodeaba. Puede que los rusos hubieran iniciado una ofensiva, puede que sólo quisieran hacerles creer que esas cosas nunca se sabían hasta después. Gudbrand estaba echado sobre el borde de la trinchera con ambas piernas dobladas bajo el cuerpo, agarraba el fusil con las dos manos y escuchaba los sordos estruendos lejanos, mientras miraba los destellos que caían lentamente. Sabía que no debía mirarlos, pues podían producir ceguera nocturna e impedirle así ver a los francotiradores rusos que se deslizaban por la nieve allí, en tierra de nadie. Pero de todos modos no los podía ver, nunca había visto ninguno, solamente había disparado por indicación de los otros. Como ahora."

Tombuctú. Paul Auster

"Míster Bones se enteraba. Siempre entendía las explicaciones de Willy. Así había sido desde que tenía memoria, y ahora su comprensión del inglés de la calle era tan bueno como el de cualquier emigrante que llevara siete años en suelo norteamericano. Era su segunda lengua, por supuesto, muy diferente de la que le había enseñado su madre, pero si su pronunciación dejaba algo que desear, dominaba a la perfección las interioridades de la sintaxis y la gramática. Nada de esto debe resultar extraño o insólito en un animal de la inteligencia de Míster Bones. La mayoría de los perros adquiere un buen conocimiento de trabajo del lenguaje bípedo, pero Míster Bones tenía además la suerte de que su amo no lo trataba como a un ser inferior. Habían sido amigos del alma desde el principio, y si a eso se añade el hecho de que Míster Bones no sólo era el mejor sino el único amigo de Willy, y se consideraba también que Willy era una persona que disfrutaba escuchándose, un auténtico y recalcitrante logomaníaco que apenas dejaba de hablar desde el momento que abría los ojos por la mañana hasta por la noche, cuando perdía el conocimiento por la borrachera, resultaba enteramente lógico que Míster Bones se sintiera tan a gusto con la jerigonza nativa. En resumidas cuentas, lo único sorprendente era que no hubiese aprendido a hablar mejor."

lunes, 5 de abril de 2010

p de papá. Isabel Martins, Bernardo Carvalho


El tambor de hojalata. Günter Grass.

"Fue en los primeros días de septiembre. El sol estaba en el signo de la Virgen. Desde lejos avanzaba en la noche, moviendo cajas y armarios de un lado para otro, una tormenta de fines de verano. Mercurio me hizo crítico, Urano fantasioso, Venus me deparó una escasa felicidad; Marte me hizo creer en mi ambición. En la casa del Ascendente subía la Balanza, lo que me hizo sensible y me llevó a exageraciones. Neptuno entraba en la décima casa, la de la mitad de la vida, anclándome definitivamente entre el milagro y la simulación. Fue Saturno, en oposición a Júpiter en la tercera casa, quien puso mi filiación en duda. Pero, ¿quién envió la mariposa y les permitió, a ella y al estrépito de una tormenta de fines de verano, parecido al que arma un maestro de escuela, aumentar en mí el gusto por el tambor de hojalata prometido por mi madre y hacerme el instrumento cada vez más manejable y deseable?"

domingo, 28 de febrero de 2010

El aniversario de Axtérix & Obélix. El libro de oro.


El cartero de Neruda. Antonio Skármeta.

"Complacerlo fue para el poeta un trámite de rutina, pero una vez cumplido con ese breve deber, se despidió con la cortante cortesía que lo caracterizaba. Mario comenzó por analizar el autógrafo y llegó a la conclusión que con un «Cordialmente, Pablo Neruda» su anonimato no perdía gran cosa. Se propuso trabar algún tipo de relación con el poeta, que le permitiera algún día ser alhajado con una dedicatoria en que por lo menos constara con la mera tinta verde del vate su nombre y apellido: Mario Jiménez S. Aunque óptimo le hubiera parecido un texto del tenor de «A mi entrañable amigo Mario Jiménez, Pablo Neruda». Le planteó sus anhelos a Cosme el telegrafista, quien, tras recordarle que Correos de Chile prohibía a sus mensajeros fastidiar con requisitorias atípicas a su clientela, le hizo saber que un mismo libro no podía ser dedicado dos veces. Es decir, que en ningún caso sería noble proponerle al poeta -por comunista que fuera- que tarjara sus palabras para reemplazarlas por otras."

miércoles, 24 de febrero de 2010

El museo de la inocencia. Orhan Pamuk.

"... A veces me decía que no debía quedarme más rato allí sentado y que tendría que levantarme e irme. A veces en el silencio de la noche resonaba en todo el barrio el eco del cierre a toda velocidad de la reja del barbero del bajo de enfrente, que trabajaba hasta tarde, después de despedir al último cliente. A veces cortaban el agua y no venía durante dos días. A veces oíamos un movimiento distinto al de las llamas en la estufa de carbón. A veces iba también al día siguiente sólo porque la tía Nesibe me había dicho: «Ya que le han gustado tanto las judías verdes, ¡venga mañana antes de que se acaben!». A veces hablábamos de temas como la pugna norteamericano-soviética, la guerra fría, o de los buques soviéticos que pasaban de noche por el Bósforo y de los submarinos americanos que patrullaban el Mármara. A veces la tía Nesibe decía: «¡Qué calor hace esta noche!». A veces comprendía por la cara de Füsun que se había ensimismado en sus ensoñaciones y me habría gustado ir al país con el que soñaba, pero me veía como un caso totalmente perdido, a mí mismo, mi vida, mi seriedad, mi forma de sentarme a la mesa. A veces los objetos de la mesa me parecían montañas, valles, colinas, mesetas y hondonadas...."

sábado, 30 de enero de 2010

Aventuras de una peseta. Julio Camba.

"-¿Otra copita? -me dijo una tarde un amigo inglés.
-No. Muchas gracias. Prefiero irme por ahí a ver chicas o a oír a los oradores de Hyde Park.

Pero observé que el inglés me miraba con cierta re­pugnancia. Era la repugnancia instintiva de Inglaterra hacia el hombre que no bebe. Los ingleses desprecian al hombre que no bebe, porque la sobriedad les parece un estado inmoral. El hombre sobrio, en efecto, es un hom­bre propicio a todas las tentaciones. Las mujeres le atraen. La política le interesa. El hombre sobrio piensa y siente normalmente, y esto es contrario a la moral británica.

El alcohol, en cambio, desarrolla un sinfín de virtu­des: la castidad, la docilidad, la imbecilidad... Bajo su influencia semidivina, los hombres pueden conservarse puros hasta pasados los ochenta años. ¿Cómo no va a ser Inglaterra el pueblo que consume más alcohol si es el más virtuoso de todos? ¿O cómo no va a ser el pueblo más vir­tuoso si es el pueblo que consume más alcohol?

Con el alcohol se anula el sexo y se anula la inteli­gencia, las dos cosas por donde más se puede pecar. Y, ya libre de tentaciones, uno comienza a interesarse por las ratas, y se hace vegetariano; o por los avestruces, y se hace de la Liga contra el uso de plumas en los sombreros de señora. Cada bebedor de gin o de whisky es, como si dijéramos, un San Francisco de Asís en potencia."

lunes, 25 de enero de 2010

Un cuento chino para María. Mónica de la Parte.


"LA LEYENDA
Cuando un bebé nace, unos hilos rojos invisibles salen de su espíritu y conectan con todas las personas importantes que entrarán en su vida. A medida que el bebé crece, los hilos se van acortando, acercando cada vez más a aquellas personas que están destinadas a reunirse a pesar del tiempo, del lugar o de las circunstancias. El hilo puede tensarse o enredarse pero nunca romperse.
Este es el hilo que nos une a ti. Un hilo de fe y esperanza."

La piel del zorro. Herta Müller.

"Adina no podía caminar descalza en el taller, entre los retales­ dispersos en el suelo había alfileres. Sólo la modista sa­bia como caminar sin pincharse. Una vez por semana gatea­ba por las habitaciones con un imán y todos los alfileres saltaban del suelo a su mano.
Cuando le probaron el vestido, la madre de Adina dijo a la modista: los árboles cuelgan hacia abajo, ¿no te das cuen­ta de que has puesto la tela al revés? La modista aún hubiera ­podido enderezar la tela, que sólo estaba hilvanada con hilo blanco. Tenía dos alfileres en la boca, por delante y por detrás es importante, dijo, y que la cremallera esté a la iz­quierda, cuando miro desde aquí, lo de abajo está arriba. E inclinó la cabeza hasta el suelo, así lo ven las gallinas, dijo.
Y los enanos, dijo Adina. Su madre miraba el patio interior por la ventana."

martes, 19 de enero de 2010

Cabeza de perro. Morten Ramslad.

"Nos gustaría saber cómo sobrevive, nos gustaría muchísimo, para ser exactos. Deseamos saber cómo se prepara el terreno para que yo, el pequeño, y mi hermana Stinne, la mayor, podamos venir al mundo, pero el abuelo se cierra en banda y bebe más aguardiente. Hicieran lo que le hiciesen los alemanes, no quiere contarlo.
-Había que elegir entre morir y perder la vida -se limita a decir.
Acaba de ver una señal de tráfico calle abajo que le ha pareci­do un alemán con un rifle. La abuela sacude la cabeza, resignada, y cambia de tema. El abuelo anda con bastón y ha engordado bas­tante. No como cuando volvió de Buchenwald a casa, pasando por Neuengamme, en los autobuses blancos de la Cruz Roja y no era más que un esqueleto. Me imagino al abuelo como una fina línea con una enorme cabeza redonda, sentado en la parte de atrás del autobús.
- ¿Qué mas ocurrió, abuelo? -pregunta Stinne.
Pero prefiere hablar de todas las veces que, de niño, estuvo en el puerto de Bergen para recibir a su padre cuando el Katari­na arribaba después de pasar meses en el mar. El reencuentro siempre lo llenaba de miedo y alegría por igual, ya que, tras la cena de bienvenida, su madre leía en voz alta la libreta negra donde estaban apuntadas con esmerada caligrafía todas las pi­llerías de Askild. Entonces su padre sacaba el cinto del armario para que recibiera los azotes acumulados durante todo ese tiem­po."