domingo, 17 de agosto de 2008

Impresiones marruecas. Apuntes de viaje al Marruecos actual. Manuel Arroyo Durán


"Hoy, como ayer, como desde los primeros días de estancia en este país, volveré a curzarme con los mismos personajes, a oír las mismas palabras y a ver los mismos gestos: Mohamed, Thaisir, el viejo paralítico, las chicas de la peluquería de señoras, la de la pequeña boutique en cuyo interior no he visto jamás a ningún cliente, los jóvenes de la academia de informática de la esquina, los mendigos orinando en la fachada de la iglesia evangelista...
Oiré de nuevo los cánticos de los ciegos y las notas rasgadas de un laúd a las puertas de la vieja medina, junto a niños que malduermen en el suelo -semidrogados- en el regazo de sus "madres de alquiler" y a los lisiados que se empeñan en mostrar sus muñones a cambio de caridad.
Es más fácil dar caridad que otorgar justicia. Ellos lo saben, como saben también que es menos arriesgado y menos violento extender la mano que gritar y manifestaree contra la opresión, la desigualdad y las miserias. También aquí como en la España del nacional catolicismo, en el nombre del todopoderoso, se les utiliza para dar rienda suelta a la lástima y al perdón como antídoto contra los deseos de justicia y las tentaciones revolucionarias."

miércoles, 13 de agosto de 2008

El amor en el Islam. A través del espejo de los textos antiguos. Fatema Mernissi


"Otro tema sobre el cual algunos tienen ideas falsas es el de los harenes. La palabra harem significa literalmente santuario o lugar oculto. Servía para designar, la parte de la casa habitada por la "familia", es decir, por las mujeres y los niños, y rigurosamente vedada a los hombres ajenos a ella, que sí podían acceder al resto de la casa. Esta costumbre, anterior al islam, al igual que el velo, no era exclusiva de los musulmanes, sino que estaba extendida por todo Oriente, con independencia de la religión. Se trataba de un lujo que sólo estaba al alcance de las clases más pudientes de la sociedad; la gente de condición modesta, en efecto, no podía plantearse tener un harén; por otra parte, las mujeres de la clase obrera circulaban a todas horas por las calles yendo y viniendo de su trabajo. "

domingo, 10 de agosto de 2008

El cielo protector. Paul Bowles


"Viraron otra vez, subiendo cada vez más alto; había precipicios por encima de sus cabezas. Al borde de la carretera aparecían a veces altos macizos de cardos muertos, cubiertos de polvo blanco, y desde las plantas las langostas lanzaban un agudo e incesante grito como el sonido del calor mismo. Una y otra vez el valle se hacía invisible, siempre un poco más pequeño, un poco más lejano, un poco menos real. El Mercedes rugía como un avión; el tubo de escape no tenía silenciador. Las montañas estaban allí enfrente, la sebkha se extendía a sus pies. Port se volvió para echarle un último vistazo al valle; la forma de cada jaima seguía siendo discernible y se dio cuenta de que las jaimas eran semejantes a los picos de las montañas, al fondo, en el horizonte. "

miércoles, 6 de agosto de 2008

El harén en Occidente. Fatema Mernissi


"¡En Oriente no existen esas odaliscas pasivas retratadas por Ingres y sus herederos modernos como Matisse! Este último conocía bien las miniaturas persas, ya que él mismo insistió en la importancia que tuvo su visita a la exposición de 1910 en Múnich sobre arte islámico, que el describió como extraordinaria: <[...] las miniaturas persas [...] me mostraron todas las posibilidades de mis sensaciones>. Entonces, ¿por qué no le interesaba el ideal de belleza de Kemal Atatürk de los años veinte, que animó a las mujeres a librarse del velo de una vez, a entrar en su ejército y a pilotar aviones? Parece extraño que un militar oriental como fue Atatürk estuviera soñando con mujeres liberadas mientras un hombre como Matisse, que había crecido en democracia, soñara con odaliscas y con una civilización islámica que él confudía con la pasividad de la mujer."

viernes, 1 de agosto de 2008

Cabezas verdes, manos azules. Paul Bowles


"Marraquech es una ciudad de grandes distancias, plana como una mesa. Cuando sopla el viento el polvo rosáceo del llano se eleva hacia el cielo y oscurece el sol; la ciudad entera, que está enjabelgada de una cal hecha con la tierra rosada sobre la que se encuentra construida, reluce al rojo vivo con una luz de cataclismo. De noche, vista desde la ventanilla del automóvil, no parece muy distinta de de nuestras ciudades del Oeste: kilómetros y kilómetros de luces que se extienden en línea recta por la llamura. Sólo de día se ve que la mayoría de estas luces no iluminan otra cosa que palmerales y descampados vacíos. A lo largo de los años se ha permitido circular a automóviles y a carros de caballos, de los que todavía hay muchos, en las calles situadas fuera de la medina, pero hay que ser un valiente para conducir un coche en el laberinto de callejuelas serpenteantes y llenas de cargadores, bicicletas, carretas, burros y viandantes. Además el único modo de ver algo de la medina es caminando. Para meterte realmente en ella tienes que pisar el polvo y notar en la cara el olor abrasante y polvoriento de los muros de barro."