sábado, 30 de enero de 2010

Aventuras de una peseta. Julio Camba.

"-¿Otra copita? -me dijo una tarde un amigo inglés.
-No. Muchas gracias. Prefiero irme por ahí a ver chicas o a oír a los oradores de Hyde Park.

Pero observé que el inglés me miraba con cierta re­pugnancia. Era la repugnancia instintiva de Inglaterra hacia el hombre que no bebe. Los ingleses desprecian al hombre que no bebe, porque la sobriedad les parece un estado inmoral. El hombre sobrio, en efecto, es un hom­bre propicio a todas las tentaciones. Las mujeres le atraen. La política le interesa. El hombre sobrio piensa y siente normalmente, y esto es contrario a la moral británica.

El alcohol, en cambio, desarrolla un sinfín de virtu­des: la castidad, la docilidad, la imbecilidad... Bajo su influencia semidivina, los hombres pueden conservarse puros hasta pasados los ochenta años. ¿Cómo no va a ser Inglaterra el pueblo que consume más alcohol si es el más virtuoso de todos? ¿O cómo no va a ser el pueblo más vir­tuoso si es el pueblo que consume más alcohol?

Con el alcohol se anula el sexo y se anula la inteli­gencia, las dos cosas por donde más se puede pecar. Y, ya libre de tentaciones, uno comienza a interesarse por las ratas, y se hace vegetariano; o por los avestruces, y se hace de la Liga contra el uso de plumas en los sombreros de señora. Cada bebedor de gin o de whisky es, como si dijéramos, un San Francisco de Asís en potencia."

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