miércoles, 29 de abril de 2009

Los Buddenbrook. Thomas Mann.

"Entre dos guerras, tranquilo y apacible dentro de los pliegues de su vestidito-delantal, rizado y sedoso el ca­bello. el pequeño Johann juega en el jardín, cerca del surtidor, o bien en la azotea, que, separada por una tarima con columnas de la terraza del segundo piso, ha sido así dispuesta ex profeso para él y para los juegos propios de sus cuatro años y medio... Esos juegos, cuya profundidad y encanto ningún hombre maduro será capaz de comprender y para los cuales no se requieren más objetos que tres piedrecitas o un pedazo de madera que acaso lleve, a guisa de casco, una humilde florecilla. Porque lo que en ellos resplandece, ante todo, es la fantasía pura, vigorosa, férvida, inocente, inmaculada todavía y con ella el atrevimiento de esa edad feliz, en que la vida no se atreve aún a apoderarse de nosotros; en la que ni el deber ni la culpa nos han echado todavía su mano encima; en la que podemos ver, oír, reír, extrañar­nos y soñar sin que el mundo nos imponga su dogal..., en la que la impaciencia de aquellos a quienes debería­mos querer no nos atormenta con las exigencias y las pruebas de que desempeñaremos nuestras obligaciones con el celo que considera necesario... ¡Ah, un poco de tiempo más y caerá sobre nosotros todo eso con brutal tesón; y vendrán las coacciones, los trabajos forzados, la tensión de ánimo, el aniquilamiento!"

martes, 7 de abril de 2009

El librero de Selinunte. Roberto Vecchioni

"Yo amo a Prímula.
Prímula tiene los ojos grandes, tan gran­des que le ocupan la mitad del rostro. Estoy loco por esos ojos, porque allá adentro está todo. Prímula es bellísima. No es ni alta ni baja, ni rubia ni morena, no tiene ni veinte ni treinta años, sonríe y llora cuando imagina que a mí me irá bien. Se come los pies y se los como también yo.
Prímula es hija de un mulero, tiene una li­gera cojera en la pierna derecha por la coz que le dio un burro cuando era niña. El mulero es un filósofo, o al menos así lo sostiene él. La primera vez que le vi me preguntó: «¿Qué crees que hay más allá del pozo, más allá de los tejados y las huertas?» «¿El mar? -aven­turé-. ¿El cielo? ¿El universo?» «¿Y más allá del universo?» «Estará Dios, me imagino». «¿Y más allá de Dios?» Me rendí. «Más allá de Dios -dijo todo convencido-, está mi burro». Y quizá era cierto, dado que era el burro el que le mantenía."

jueves, 2 de abril de 2009

The catcher in the rye. J.D. Salinger.

"I wasn' t listening, though. I was thinking about some­thing else - something crazy -. 'You know what l' d like to be?' I said. 'You know what I'd Iike to be? I mean if l had my goddam choice?'
'What? Stop swearing.'
'You know that song "If a body catch a body comin' through the rye"? I'd like-'
'It's "If a body meet a body coming through the rye"!' Old Phoebe said. 'It's a poem. By Robert Burns.'
'I know it's a poem by Robert Burns.'
She was right, though. It is 'If a body meet a body coming through tbe rye'. I didn't know it then, tbough.
'I thought it was "If a body catch a body",' I said. 'Any­way, I keep picturing all these little kids playing some game in this big field of rye and all. Thousands of little kids, and nobody's around - nobody big, I mean - except me. And I'm standing on the edge of some crazy cliff. What I have to do, I have to catch everybody if they start to go over the cliff - I mean if they're running and they don't look where they're going I have to come out from somewhere and catch them. That' s all l' d do all day. l' d just be the catcher in the rye and all. I know it's crazy, but that's the only thing I'd really like to be. I know it's crazy.'
Old Phoebe didn't say anything for a long time. Then, when she said something, all she said was, 'Daddy' s going to kill you.'