viernes, 6 de marzo de 2009

Un día en la vida de Iván Denisovich. A. Solzhenitsin

"Los del servicio de contraespionaje le pegaron muchas veces. Shujov llegó a una sencilla conclusión: si no firmas te darán el pijama de madera; si firmas, al menos consegui­rás vivir otro poco. Firmó.
En realidad, las cosas ocurrieron así: en febrero de 1942 encerraron a todo el ejército en una bolsa del frente, y de los aviones ya no tiraban comida, pues no debían quedar aviones. Llegaron incluso a raspar los cascos de los caba­llos que reventaron, mezclando luego esa materia córnea con agua, para comérsela. Tampoco había con qué dispa­rar. Así, los alemanes los cazaron en grupos a través de los bosques, haciéndolos prisioneros. Con uno de estos gru­pos, Shujov estuvo unos días en cautiverio, aún dentro de los bosques, y luego se escapó con otros cuatro. Ocultán­dose en los bosques y los pantanos, encontraron al fin, como por milagro, las propias tropas. Un tirador de ame­tralladoras segó a dos de ellos allí mismo, el tercero murió a consecuencia de las heridas; los dos restantes consiguie­ron pasarse. Habría sido mejor decir que se perdieron en los bosques, y no hubiera ocurrido nada. Pero ellos confe­saron abiertamente: prisioneros de los alemanes. ¿Conque prisioneros? ¡Hijitos de puta! Son agentes fascistas. Si hu­bieran sido cinco, se habrían comparado sus declaraciones, y les habrían creído, pero siendo dos, ¡imposible! Los muy canallas se han puesto perfectamente de acuerdo en esa historia de la fuga."

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