domingo, 3 de mayo de 2009

Wilt. Tom Sharpe.

" -¿Es eso todo, hija mía? -murmuró, cuando al fin Eva agotó su repertorio.
-Sí, padre -dijo Eva, quejumbrosamente.
-Gracias a Dios -dijo el reverendo St. John Froude ferviente­mente, y se preguntó qué hacer a continuación.
Si eran ciertas la mitad de las cosas que acababa de oír, estaba en presencia de una pecadora tan depravada que ante ella hasta el ex-archidiácono de Ongar resultaba un santo. Por otra parte, había incongruencias en los pecados que había confesado que le hacían vacilar a la hora de dar la absolución. Una confesión llena de falsedades no era indicio de verdadero arrepentimiento.
-Me ha dicho usted que está casada -dijo, dubitativo-, y que Henry es su marido legal.
-Sí -dijo Eva-. Pobre Henry.
Pobre tipo, sí, pensó el vicario, pero tenía demasiado tacto para decirlo en voz alta.
-¿Y le ha dejado usted?
-Sí.
-¿Por otro hombre?
Eva negó, con un gesto.
-Para darle una lección -dijo, con súbita belicosidad.
-¿Una lección? -dijo el vicario, intentando frenéticamente imaginar qué clase de lección había podido aprender el desdi­chado señor Wilt con la ausencia de su esposa-. ¿Dice usted una lección?
-Sí -dijo Eva-. Quería que supiese que no podría arreglárselas sin mí.
El reverendo St. John Froude bebió un trago, pensativo. Aun creyendo que fuese cierto sólo un cuarto de lo que había confe­sado, a su marido debía de resultarle verdaderamente delicioso arreglárselas sin ella."

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