"Entre dos guerras, tranquilo y apacible dentro de los pliegues de su vestidito-delantal, rizado y sedoso el cabello. el pequeño Johann juega en el jardín, cerca del surtidor, o bien en la azotea, que, separada por una tarima con columnas de la terraza del segundo piso, ha sido así dispuesta ex profeso para él y para los juegos propios de sus cuatro años y medio... Esos juegos, cuya profundidad y encanto ningún hombre maduro será capaz de comprender y para los cuales no se requieren más objetos que tres piedrecitas o un pedazo de madera que acaso lleve, a guisa de casco, una humilde florecilla. Porque lo que en ellos resplandece, ante todo, es la fantasía pura, vigorosa, férvida, inocente, inmaculada todavía y con ella el atrevimiento de esa edad feliz, en que la vida no se atreve aún a apoderarse de nosotros; en la que ni el deber ni la culpa nos han echado todavía su mano encima; en la que podemos ver, oír, reír, extrañarnos y soñar sin que el mundo nos imponga su dogal..., en la que la impaciencia de aquellos a quienes deberíamos querer no nos atormenta con las exigencias y las pruebas de que desempeñaremos nuestras obligaciones con el celo que considera necesario... ¡Ah, un poco de tiempo más y caerá sobre nosotros todo eso con brutal tesón; y vendrán las coacciones, los trabajos forzados, la tensión de ánimo, el aniquilamiento!"
miércoles, 29 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario