domingo, 13 de septiembre de 2009

Nadja. André Breton

"Me dispongo a regresar a mi casa. Nadja me acompaña en el taxi. Permanecemos si­lenciosos durante un rato; luego, brusca­mente, me empieza a tutear:
-Un juego. Di algo. Cierras los ojos y di algo. Lo que sea: una cifra, un nombre de pila. Así (cierra los ojos). Dos... ¿Dos qué? Dos mujeres. ¿Cómo son esas dos mujeres? Vesti­das de negro. ¿Dónde están? En un parque... Y luego, ¿qué hacen? ¡Vamos, es muy fácil! ¿Por qué no quieres jugar? Bueno, yo me ha­blo a mí misma de esta manera cuando es­toy sola, y me cuento toda suerte de histo­rias. Y no solamente historias fútiles. Vivo enteramente de esta manera.(1)
Me separo de ella delante de mi casa. «¿Y yo, ahora...? ¿A dónde ir? Pero es tan senci­llo bajar lentamente hacia la calle Lafayette y el Faubourg-Poissonnière, empezar el re­greso hacia el lugar donde habíamos es­tado. »

(1) ¿No se llega aquí al último extremo de la aspi­ración surrealista, a su máxima idea limite?"

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