domingo, 2 de marzo de 2008

El afinador de pianos. Daniel Mason


"En medio del caos del duelo, cuando todos se marcharon y se llevaron al niño, Edgar distinguió la moneda en el suelo, sobre la huella que el cuerpo había dejado en la tierra. Supuso que nadie había reparado en ella, y la cogió sencillamente porque era del pequeño y no le pareció bien que se perdiera en aquel rincón de la selva. Edgar no sabía que se equivocaba: ni la habían pasado por alto ni la habían olvidado; brillaba como el oro bajo la luz del sol, y todos los críos la habían visto y la habían deseado. Pero lo que los niños sabían, y él no entendía, se lo podrían haber explicado cualquiera de los mozos que cargaban cajones en el tren. Le habrían dicho que los talismanes más poderosos son los que se heredan, y que con ellos se transmite también la suerte."

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