lunes, 30 de noviembre de 2009

Un armario lleno de sombra. Antonio Gamoneda


"Eran ya días de escasez de alimentos, escasez que aumentaba a medida que los territorios y las ciuda­des iban siendo «liberados» por las tropas naciona­les. Habría de ser 1938 o quizá ya 1939; estábamos en los que, según el calendario de la nueva era, serían segundo o tercer «año triunfal», aunque a 1939 hubo de mudársele el nombre para ser con­vertido en «año de la victoria». Algunos alimentos (el aceite, por ejemplo), en León, se adquirían apor­tando cupones, pero creo que, en los días que aho­ra traigo a la escritura, no existía aún un raciona­miento severo, regido por la que se llamó Comisaría General de Abastecimientos y Transportes. Madrid no había caído. No se hacía acuñación de metales; circulaban billetes de una peseta en adelante. Fun­cionó durante algún tiempo una curiosa moneda fraccionaria: en cartoncillos de tres o cuatro centí­metros por el lado mayor, aparecían pegados sellos de correos de cinco, de diez, de veinticinco y de cin­cuenta céntimos, que pronto adquirían un aspecto grasiento. La plata, republicana o monárquica, de­sapareció, y la circulación de los cobres y las mone­das de níquel (el agujereado real) empezó también a restringirse. Supongo que había una política de recogida del dinero que tenía en sí mismo valor ma­terial, como antes se había hecho con el oro y las joyas que los «patriotas» entregaban con mejor o peor voluntad para la «causa». Desconozco lo que, a los mismos efectos, pudiera estarse haciendo en el otro lado, en los territorios de dominio aún republicano."

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