"Eran ya días de escasez de alimentos, escasez que aumentaba a medida que los territorios y las ciudades iban siendo «liberados» por las tropas nacionales. Habría de ser 1938 o quizá ya 1939; estábamos en los que, según el calendario de la nueva era, serían segundo o tercer «año triunfal», aunque a 1939 hubo de mudársele el nombre para ser convertido en «año de la victoria». Algunos alimentos (el aceite, por ejemplo), en León, se adquirían aportando cupones, pero creo que, en los días que ahora traigo a la escritura, no existía aún un racionamiento severo, regido por la que se llamó Comisaría General de Abastecimientos y Transportes. Madrid no había caído. No se hacía acuñación de metales; circulaban billetes de una peseta en adelante. Funcionó durante algún tiempo una curiosa moneda fraccionaria: en cartoncillos de tres o cuatro centímetros por el lado mayor, aparecían pegados sellos de correos de cinco, de diez, de veinticinco y de cincuenta céntimos, que pronto adquirían un aspecto grasiento. La plata, republicana o monárquica, desapareció, y la circulación de los cobres y las monedas de níquel (el agujereado real) empezó también a restringirse. Supongo que había una política de recogida del dinero que tenía en sí mismo valor material, como antes se había hecho con el oro y las joyas que los «patriotas» entregaban con mejor o peor voluntad para la «causa». Desconozco lo que, a los mismos efectos, pudiera estarse haciendo en el otro lado, en los territorios de dominio aún republicano."
lunes, 30 de noviembre de 2009
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